La paradoja sapiente, uno de los grandes enigmas de la existencia humana

Gracias a estudios de ADN, sabemos que los homo sapiens de hace 60.000 años (y quizás hasta de hace 150.000 o más) eran genética e intelectualmente iguales a nosotros.

Es decir que tenían el mismo potencial intelectual de Albert Einstein y creativo de Leonardo da Vinci. No obstante, durante unos 50.000 años, esos humanos parecen haber tenido una existencia sin grandes cambios, con miles de generaciones viviendo como cazadores-recolectores doquiera se encontraran.

No fue sino hasta hace unos 10.000 años que se disparó el desarrollo que nos llevó de las herramientas de piedra a pisar la Luna en un abrir y cerrar de ojos.

Y ahí está la cuestión:

¿Por qué tardó tanto fraguar lo que conocemos como civilización?

¿Por qué nos quedamos atrapados en la prehistoria?

En conjunto lo logrado durante todos esos milenios (por lo menos 50.000 años) en los que el homo sapiens ya era lo que siguió siendo palidece al compararlo con lo que empezó a ocurrir hace 10.000 años.

Aceleración

De repente, no sabemos por qué motivo, apareció algo como Göbekli Tepe, el más antiguo sitio monumental conocido de la historia.

Está en Turquía y es complejo de estructuras megalíticas redondas, ovaladas y rectangulares levantado entre 9600 y 8200 a.C.

Era un centro de congregación, algo completamente nuevo en la experiencia humana.

Y lugares similares aparecieron en diferentes partes del mundo, como Stonehenge en Inglaterra y el anillo de Brodgar en Escocia, cuando pasaban por experiencias similares a las que habían pasado los homo sapiens de Medio Oriente.

Es decir, cuando estaban en el umbral de la revolución neolítica, la primera transformación radical de la forma de vida de la humanidad, que pasó de nómada a sedentaria con la domesticación de plantas y animales.

El primer lugar en el que ocurrió fue en el Creciente Fértil (territorios del Levante Mediterráneo y Mesopotamia) alrededor de 9000 a.C. pero se replicó en todas las regiones del mundo en procesos que, hasta donde sabemos, fueron independientes, con los asiáticos inventando la agricultura para cultivar arroz, por ejemplo, y los americanos, por sí solos, para cultivar maíz.

Con la agricultura y ganadería vinieron también los primeros grandes asentamientos, con Çatalhöyük, el más antiguo conocido, que existió entre alrededor 7500-6200 a.C.

Pronto surgieron las primeras ciudades en Mesopotania, incluidas Eridu, Uruk y Ur, luego en Egipto, India y poco después en China.

Como ves, tras miles de años de avances esporádicos, súbitamente el homo sapiens se embarcó en una trayectoria de desarrollo a paso acelerado.

Empezaron a aparecer objetos que indudablemente representaban deidades.

Y, mucho antes que la escritura, sellos que servían para llevar algún tipo de registros.

Una serie de cosas nuevas comenzaron a suceder muy rápidamente en diferentes partes del mundo, como el inicio de la metalurgia.

En la Necrópolis de Varna, hoy en Bulgaria, no sólo se encontró cobre sino el primer oro trabajado del mundo, las muestras más tempranas del concepto de la riqueza.

Y es que alrededor de 4000 a.C. se habían desarrollado sistemas de intercambio basados en nociones de valor, trayendo el desarrollo de unidades de medida, un nexo crucial que es el comienzo de un mundo mercantil.

Y en todos los asentamientos floreció la escultura, monumental o diminuta, en variedad de materiales, así como la pintura y la música.

Hasta que llegó la escritura a ponerle punto final a esa prehistoria, pero no al ritmo de desarrollo.

Eso es lo interesante: si ese homo sapiens de hace 60.000 años, bañadito y peinadito, se sentara al lado tuyo hoy no se diferenciaría de ningún otro ser humano.

Y, como demostró 50.000 años más tarde, era perfectamente capaz de empezar a transitar el camino hacia las revoluciones agrícola, científica, industrial y digital, además de cualquiera de los conceptos simbólicos que caracterizan a los humanos.

Entonces, ¿por qué tardó tanto en avivar el paso?

Desde que el arqueólogo Colin Renfrew la formuló, la paradoja sapiente se ha consolidado como uno de los grandes enigmas de la existencia humana, y varios neurocientíficos y arqueólogos han arrojado hipótesis atractivas, pero aún no existe una solución aceptada.El origen de la humanidad sigue siendo una de las incertidumbres más difíciles e intrigantes en el campo de la ciencia.