El misterio del acuario alemán

Cuestiones sobre la capacidad de algunos animales de disparar chorros no sólo intrigan profundamente a los científicos.

A veces los desconciertan.

En 2008, los empleados del Sea Star Aquarium de Alemania tenían un problema: al final de su jornada se marchaban dejando todo en orden.

Pero, a la mañana siguiente, «cuando entrábamos, todo estaba en silencio. Nada está funcionando», explicó Elfriede Kummer, directora del acuario.

Algunos empleados pasaron la noche en el acuario para vigilar. Pero no vieron nada. Finalmente, instalaron cámaras.

Descubrieron que todas las noches Otto, un pulpo de 6 meses, cuando los humanos se iban, trepaba por el costado de su tanque y rociaba agua sobre un foco de 2.000 vatios muy por encima de él.

Y se las arreglaba para arrojar suficiente agua no solo para provocar un cortocircuito en la luz, sino para dejar fuera de servicio el sistema eléctrico de todo el edificio.

En un laboratorio de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda otro pulpo hizo el mismo truco… tantas veces que el costo arreglar el daño le obligó a liberar el octópodo.

A los pulpos no les gustan las luces brillantes y arrojan chorros de agua a todo tipo de cosas que los molestan.

Y eso es algo que descubrió Peter B. Dews, considerado como el principal fundador de la disciplina de la farmacología del comportamiento, y que lo analizó en un artículo sobre su conducta operante publicado en 1959 en la Revista de análisis experimental del comportamiento, o JEAB, por sus siglas en inglés.

Quizás en ese momento hubo a quienes les pareció curioso que hubiera dedicado tanto tiempo a observar pulpos, pues aún no sabíamos tanto sobre cuan maravillosos son esos seres.