Algún día el Sol se expandirá y devorará la Tierra.
Las reacciones de fusión entre los átomos de hidrógeno que tienen lugar de forma natural en el interior del Sol son el auténtico motor de la estrella. De hecho, la energía que recibimos en la Tierra procede, precisamente, de este proceso, que es el auténtico responsable del latido estelar. Lo curioso es que si intentamos describir el comportamiento de una estrella ciñéndonos únicamente a los procesos de combustión que tienen lugar en su interior la única conclusión a la que podemos llegar es que debería expandirse a medida que agota su combustible.
Afortunadamente, nuestro Sol no se está expandiendo. Se mantiene en equilibrio, al igual que todas las estrellas que se encuentran sumidas en una fase de su vida conocida como secuencia principal. Eso sí, se reajusta constantemente, y, precisamente, la tensión que dirime estos ajustes es el resultado de la interacción de dos fuerzas que se oponen: la presión de radiación y de los gases resultado de la fusión de los núcleos de protio (es el isótopo más abundante del hidrógeno), que tira de la materia de la estrella hacia fuera, y la gravedad, que intenta comprimir incesantemente la estrella.
El Sol se reajusta constantemente debido a la tensión entre la presión de radiación y de los gases, por un lado, y la gravedad, por otro
Si no existiese esta segunda fuerza, la gravedad, el Sol se expandiría porque la presión de radiación y de los gases no se vería contrarrestada. Pero, afortunadamente, existe. Y tiene un rol crucial. De hecho, la gravedad es el auténtico motor del universo debido a que está involucrada en la mayor parte de los procesos que describen cómo ha sido su pasado. Y también cómo será su futuro.
No obstante, en un giro no del todo inesperado de los acontecimientos, el Sol acabará expandiéndose, aunque, eso sí, lo hará dentro de muchísimo tiempo. Cuando agote la mayor parte de su combustible. Los astrofísicos han calculado que actualmente ha consumido aproximadamente el 40% de su combustible, por lo que permanecerá dentro de la secuencia principal muchos millones de años más (tiene aproximadamente 4600 millones de años).
Dentro de 5000 millones de años según unas estimaciones, o de 6400 millones según otros estudios, su núcleo dejará de contener el hidrógeno necesario para que perduren los procesos termonucleares. En ese instante se apagará, y se transformará en un núcleo inerte en el que predominará el helio. La fusión nuclear seguirá teniendo lugar en torno al núcleo, el volumen de la estrella se incrementará significativamente y su luminosidad será el doble de la que tiene actualmente.
A medida que los procesos termonucleares se detengan en el núcleo solar el volumen de la estrella se incrementará hasta que se transforme en una gigante roja. En esta fase la estrella perderá mucha masa, y, aunque los astrofísicos no están del todo seguros acerca de cómo será su vida a partir de aquí, creen que su tamaño se incrementará lo suficiente para acabar devorando el planeta Mercurio. No está claro si también hará lo mismo con Venus y la Tierra, pero, pase lo que pase, podemos estar tranquilos. Tenemos muchos millones de años para decidir qué debemos hacer.