Nada toca nada
Existe un mundo fascinante en el ámbito de lo pequeño a gran escala que parece mas a ciencia ficción que a la realidad, tal es el caso del contacto físico de todas las cosas.
¿Qué quiere decir tener contacto físico?, ¿Qué pasa exactamente cuando uno toma un martillo, lanza una pelota o hace una onda en el agua golpeando sobre ella? Cuando investigamos a profundidad encontramos que no hay contacto físico. En cambio, son las cargas eléctricas de la mano influyendo en las cargas eléctricas del martillo, la pelota o el agua y viceversa. Todo es resultado de la interacción de campos eléctricos y en efecto ningún átomo de cualquier objeto puede tocarse con otro.
He aquí una explicación mas simple:
Los átomos tiene cargas positivas en su núcleo y están rodeados de una turbia nube de electrones con carga negativa, estos son los responsables de que nunca se toquen los núcleos. Siempre habrá un espacio entre ellos.
Cuando 2 átomos se intentan tocar, en este caso, el de la mano y el del martillo, es la fuerza electromagnética que hace repulsión en los electrones y los mantiene separados. No importa con cuanta fuerza empujemos, no podremos ponerlos en contacto. Aún estando parados en el piso realmente estamos siendo soportados por esta fuerza (electromagnética), técnicamente, no estamos tocando el piso, los átomos de nuestro pie nunca tocan los del suelo.
¿Pero qué pasa cuando cortamos algo? ¿Las navajas de las tijeras no tocan nada para así poder cortar? No lo hacen, todo lo que están haciendo es separar, imaginemos una alberca de pelotas donde al entrar solo se están separando unas de otras, ni la navaja más fina puede cortar un átomo. Nos preguntamos, ¿Cómo podemos sentir los objetos que tocamos si “nunca” los tocamos? Se trata de una reacción en cadena. El átomo del martillo o la pelota “empuja” con su carga eléctrica al átomo de nuestra mano, este empuja así los átomos posibles para llegar al nervio sensorial que este avisa al cerebro que tenemos un objeto. Los átomos NUNCA hicieron contacto. Nada toca nada. Así, la próxima vez que besemos a alguien recordemos que en ningún momento nuestros labios hicieron contacto, todo fue una ilusión de la misma realidad.