El curioso origen de la palabra “idiota”

La palabra ‘idiota’ viene del griego ἰδιώτης idiṓtēs y originalmente no era un adjetivo irrespetuoso, despectivo ni insultante.

Tampoco tenía ninguna relación con la inteligencia de la persona a la que se refería.

Se usaba para referirse a alguien promedio o un ciudadano privado, a diferencia de un erudito o alguien que actuaba en nombre del Estado u ocupaba un cargo público.

Pero como los griegos valoraban mucho la participación cívica, reconociendo que sin ella la democracia colapsaba, se esperaba que todos los ciudadanos estuvieran interesados, y versados, ​​en los asuntos públicos. O sea, que no fuera idiotas.

Mantenerse al margen de la vida pública era un signo de ignorancia, de falta de educación, de desinformación y de abandono del deber.

Quien no contribuía en los debates, declaró Pericles, el gran estadista de Atenas, era considerado «no como falto de ambición sino como absolutamente inútil”.

Es en ese contexto que, con el tiempo, idiṓtēs comenzó a adquirir una connotación negativa, y a transformarse en un término de reproche y desdén.

Vivir sólo una vida privada no era ser plenamente humano.

«Si la conducta y el discurso de un hombre dejaban de ser políticos, se volvían idiotas: egocéntricos, indiferentes a las necesidades de su prójimo, inconsecuentes en sí mismos», explica Christopher Berry en su libro «La idea de una comunidad democrática».

Y esa clase de idiotez era quizás más grave que la que resultó de la metamorfosis que había empezado y llevaría a la palabra a convertirse en lo que dice ahora la Real Academia:

1. adj. Tonto o corto de entendimiento. U. t. c. s. U. t. c. insulto.

2. adj. Engreído sin fundamento para ello. U. t. c. s.

De la política a la medicina

En la antigua Grecia, participar en política era crucial.

Tras transformarse en un término peyorativo para quien renunciaba a participar en la política que le afectaba, fue pasando a ser uno que denominaba a alguien ignorante, burdo y sin instrucción.

Con esa interpretación, llegó en el siglo III al latín, y de ahí a otras lenguas.

Aunque el significado político sobrevivió durante un tiempo, a medida que la cultura y las tradiciones de la antigua Grecia quedaron atrás, el nuevo significado lo reemplazó.

Luego otro hecho lo aferraría aún más al significado actual.

A principio del siglo XX, los psicólogos franceses Alfred Binet y Theodore Simon crearon la primera prueba de inteligencia moderna, que calculaba el coeficiente intelectual en función de si los niños podían realizar tareas como señalarse la nariz y contar centavos.

Los psicólogos se enamoraron tanto de la naturaleza científica de las pruebas que crearon sistemas de clasificación.

Cualquiera con un coeficiente intelectual superior a 70 se consideraba «normal», y con más de 130, «superdotado».

Para tratar con personas con CI menor de 70, inventaron una nomenclatura.

Un adulto con una edad mental menor de 3 años fue etiquetado como “idiota”; entre 3 y 7, de “imbécil”; y entre 7 y 10, de “débil mental”.

«Idiota» se convirtió entonces en un término técnico usado en contextos legales y psiquiátricos.

Utilizar ese vocablo, así como ocurrió con el latino ‘imbécil’ para denominar grados de minusvalía psíquica, llevó a que acabara también siendo un insulto que hace referencia a las dotes mentales del insultado.

En algunas culturas, «idiota», así como «imbécil», se dejó de usar en la medicina unas décadas más tarde por considerarse ofensivo.

En español, no obstante, idiotismo o idiocia sigue apareciendo en la RAE como el nombre de un tipo de discapacidad intelectual:

1. f. Med. Trastorno caracterizado por una deficiencia muy profunda de las facultades mentales, congénita o adquirida en las primeras edades de la vida.

De ahí que un idiota también signifique…

4. adj. Med. Que padece de idiocia. U. t. c. s.